Vuelvo a las andadas

 Creo que hay algo casi divino en el arte, en general, en todas sus formas, todos sus caminares. Existe una sensación, que no podría describir de ninguna de las maneras posibles con palabras, escritas o habladas. Esa sensación, sentimiento, nace de repente, cuando suena a lo lejos una melodía que trae el viento a favor mientras vas caminando tranquilo. Te evoca recuerdos bonitos, feos, tristes, melancólicos, de amor...de vida. Cada poro de tu piel se vuelve un pellizco en tu pecho, y entonces llega el momento en el que cierras los ojos por un instante y aprietas fuerte el corazón con los dientes para que no se escape. Y aunque duela bien o duela mal, seguro va a provocar un éxtasis que hace que te pares, y exhales. Y para siempre habrá música que acompañe tu camino con recuerdos imborrables.

Y al coger una profunda bocanada de aire llegas al estómago donde los colores que caen sobre un lienzo cualquiera, hecho de tela, de ladrillo o de piel humana, dibujan el alimento que le hacía falta a tu alma, y en ese momento se enriquece de sabiduría, de un conocimiento que no sabía añoraba, y empieza a trabajar en conjunto con tu mente, creando un nuevo camino a otra realidad llena de puro placer.

El dramatismo en una obra artística, los excesos, el vaivén de sentimientos y de trabajo duro que se convierte en un movimiento etéreo, no tiene ni jamás tendrá descripción que lo ponga en valor. El arte se mantiene vivo en el corazón de cada persona que aprieta los dientes sujetando su corazón y deja que caiga una lágrima por su mejilla, a modo de pago por el regalo de el mejor de los senderos por recorrer.

Quien no ama el arte, quien no busca descubrirlo en alguna de sus múltiples formas, aprender de él, caminar junto a él, desarrollarse en cuerpo y alma, sustentarlo y mantenerlo vivo y en crecimiento, este solamente se limita a mantenerse con vida en este mundo, y eso queridos, no es vivir.


Besos,


https://www.youtube.com/watch?v=ePFIXiajVdA

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